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Comer frutos secos todos los días: esto es lo que ocurre en tu cuerpo según la ciencia

Comer frutos secos todos los días: esto es lo que ocurre en tu cuerpo según la ciencia

Los estudios confirman que un puñado diario puede proteger el corazón, mejorar el metabolismo y alargar la vida, pero el exceso también tiene efectos secundarios


Dicen que lo bueno viene en envases pequeños, y los frutos secos son la prueba. Un puñado diario aporta grasas saludables , proteínas, fibra y una lista de beneficios que suenan casi milagrosos. Pero ese mismo gesto, repetido sin control, también puede tener efectos indeseados. ¿Qué pasa exactamente cuando decides convertir las nueces, almendras o pistachos en parte fija de tu rutina? La ciencia ya tiene respuestas.

Un concentrado natural de nutrientes
Los frutos secos son, en realidad, semillas cubiertas por una cáscara dura. Su riqueza nutricional los convierte en uno de los alimentos más completos de origen vegetal: contienen grasas insaturadas, proteínas de calidad, fibra, vitamina E, magnesio, selenio, zinc y antioxidantes. Según el European Food Information Council (EUFIC), solo 30 gramos diarios pueden cubrir una parte importante de las necesidades de micronutrientes y contribuir a mantener el colesterol bajo control.
Además, su alto contenido en grasa saludable ayuda a equilibrar el perfil lipídico, algo esencial para la salud cardiovascular. No son solo un snack: son un cóctel nutricional concentrado.

Los beneficios comprobados por la ciencia
Investigaciones publicadas en el New England Journal of Medicine y la Harvard School of Public Health muestran que las personas que comen frutos secos casi todos los días tienen un 20 % menos de riesgo de morir por cualquier causa comparado con quienes los consumen raramente.
El efecto más claro se observa en la salud cardiovascular, ya que ayudan a reducir el colesterol LDL (“malo”) y a aumentar el HDL (“bueno”), además de mejorar la función de los vasos sanguíneos y reducir la inflamación.

Energía y control del apetito
Pese a su densidad calórica, los frutos secos no están asociados al aumento de peso si se consumen con moderación, ya que su combinación de grasa, proteína y fibra genera saciedad y mejora el metabolismo energético.
Al incluirlos como snack o complemento de comidas, ayudan a evitar picos de hambre y a mantener un mejor control del apetito a largo plazo.

Efectos sobre el azúcar y la inflamación
Varios ensayos clínicos indican que incorporar frutos secos en la dieta puede mejorar la sensibilidad a la insulina y reducir la inflamación crónica de bajo grado, un factor relacionado con enfermedades metabólicas. En personas con diabetes tipo 2, se han observado mejoras en la glucemia cuando los frutos secos reemplazan carbohidratos refinados o snacks ultraprocesados.
Alergias y sensibilidades
Entre el 1 % y el 2 % de la población presenta alergia a los frutos secos. En estos casos, incluso pequeñas cantidades pueden desencadenar reacciones graves. Por eso, quienes sospechen sensibilidad deben acudir a un alergólogo antes de incorporarlos de forma habitual.

Selenio y otros excesos
Las nueces de Brasil, por ejemplo, son una fuente extraordinariamente rica en selenio. Aunque este mineral es esencial, su exceso puede resultar tóxico. Con una o dos unidades diarias es suficiente; comer muchas a diario no aporta más beneficios y puede tener el efecto contrario.

Riesgos por contaminación o conservación
Al almacenarse de forma inadecuada, los frutos secos pueden desarrollar aflatoxinas, compuestos naturales producidos por hongos con potencial carcinogénico. Es importante conservarlos en lugares frescos, secos y bien cerrados, y evitar los productos con sabor o sal añadida, que suelen incorporar grasas o azúcares extra.

Cómo incluirlos correctamente en tu dieta
La mayoría de organismos de nutrición recomiendan entre 20 y 30 gramos al día, un puñado pequeño. A partir de esa cifra, los beneficios no aumentan de manera significativa.

Variedad y preparación: Lo mejor es combinarlos, almendras, pistachos, nueces, anacardos o avellanas. Cada tipo aporta un perfil diferente de micronutrientes y antioxidantes. Opta siempre por versiones crudas o tostadas sin sal, y evita las cubiertas con azúcar, miel o chocolate.
Cuándo comerlos: puedes tomarlos entre comidas, mezclados con yogur o frutas, o añadidos a ensaladas. Si se consumen junto con fuentes de vitamina C (como cítricos o fresas), ayudan a mejorar la absorción de hierro vegetal, especialmente en dietas vegetarianas.

Mejora tu salud
Comer frutos secos todos los días no es una moda, es una de las costumbres más respaldadas por la evidencia científica moderna. Mejoran la salud del corazón, ayudan a controlar el peso y aportan nutrientes clave para el funcionamiento del organismo.
La clave está en la moderación y la variedad, un pequeño puñado diario basta para aprovechar sus beneficios sin riesgos. En nutrición, a veces lo más poderoso cabe en la palma de la mano.

 

Fuente larazon.es